Aunque la pena de muerte ya no se aplica en Rusia desde 1996, once personas fallecen cada día en su cárceles. La información proviene de los tribunales de justicia rusos. En 2009, 4.150 prisioneros murieron como consecuencia de diversas enfermedades, de los cuales 521 en centros de detención preventiva de la Federación. Sólo en Moscú, 55 presos preventivos murieron en 2009 por falta de cuidados. Y la serie negra continúa: el domingo 6 de junio, Igor Kotroutsa, moldavo de 22 años fue encontrado muerto en su celda del juzgado número 4 de Moscú: paro cardíaco. Mismo diagnóstico para Andréi Safronov, fallecido en la misma prisión el 13 de mayo.
O como Véra Trifonova, de 53 años, fallecida en prisión prevententiva el 30 de abril. Y también como Serguéi Magnitski, de 37 años, abogado del fondo de inversión británico Hermitage Capital, fallecido de una colecistitis el 16 de noviembre de 2009, al décimo segundo mes de sus detención preventiva, oficialmente por «fraude fiscal».
Su historia es reveladora de la barbarie del sistema judicial ruso. En realidad, el abogado fue metido en prisión después de haber denunciado el robo de 160 millones de euros al fisco, una montaña financiera montada por una banda de policías, funcionarios de la administración fiscal y personas con antecedentes penales.
Serguéi Magnitski que era instruido, fue procesado. Osó hacer frente a la banda. A los ojos del sistema judicial, era intolerable y debía pagar. Para empezar, fue arrestado por los mismos policías a los que acababa de denunciar. Al principio de su encarcelación, disponía de buena salud, pero enseguida se degradó su estado. Perdió 18 kilos y se quejaba de dolores de estómago. Fue encarcelado en la prisión moscovita de Matrosskaia Tichina, donde existe un hospital. Se consideró intervenirle quirúrgicamente.
Pero el abogado no fue nunca operado. Días antes de la operación, fue transferido a la prisión de Boutyrka, desprovista de unidad médica. No hubo más medicamentos. Como las visitas de sus próximos estaban excluidas, su madre le remitía un paquete por mediación de los guardias. Las medicinas nunca llegaban a su destino. Hubo un “error” con el número de la celda, explicó la dirección.
En la audiencia del 12 de noviembre, cuatro días antes de su muerte, la juez Elena Stachina le negó el acceso al agua caliente para poder diluir la sopa liofilizada enviada por la administración penitenciaria para su comida. El agua caliente no es de "mi competencia”, explicaría ella. También le rechazó su libertad bajo fianza, en base a un antiguo certificado médico, deslizado en el dossier en el último minuto – un “error” más – en lugar de un certificado más reciente.
No, Serguéi Magnitski no ha muerto por negligencia, ha sido asesinado. Es lo que piensa Zoia Svetova. Zoia forma parte de la "comisión civil” independiente que investiga el asunto y, sus conclusiones, publicadas en diciembre de 2009, han sido ignoradas por las autoridades. La investigación judicial se atasca. Y siempre esta misma impunidad, ¡típica de la sociedad rusa! La mayor parte de los responsables implicados en la muerte de Serguéi Magnitski permanecen en sus puestos y, algunos, incluso han ascendido.
El informe, sin embargo, lanza una fuerte luz sobre el caso. Describe cómo los investigadores del tribunal, decididos a hacer que el abogado diese marcha atrás en su testimonio contra los policías, ejercieron un verdadero chantaje con su salud. Así lo confirman los procesos verbales de las audiencias.
El investigador Oleg Siltchenko es de una espontaneidad conmovedora: «Si Magnitski hubiera querido recibir cuidados, no tenía más que haber firmado su confesión.» La enfermera que le acompañó en la ambulancia horas antes de su muerte es de una espantosa inhumanidad. “No he hecho nada en esta muerte. Incluso ni he mirado al preso. ¿Si estaba o no escoltado? No lo sé en absoluto. Estaba sentada adelante, puse la radio en alto, no vi nada y no escuché nada."
Ianna Iakovleva, que lleva una asociación en defensa de los prisioneros, denuncia: “Toda administración penitenciaria funciona como si todavía viviéramos en el periodo de las purgas estalinistas, en 1937. El principio es transformar en pesadilla la vida de los presos para hacerles derrumbarse - ¡Es el sistema!"
La esperanza surgió cuando el presidente “jurista”, Dimitri Medvédev, hizo modificar la ley. Pero la ley apenas se aplica.
También hay que contar con la corrupción. Todo se compra. Un portátil, las reparaciones en la celda, la cita con la amada, son posibles a partir de los 1.000 dólares. “Para la administración, es un gran mercado. Los prisioneros están dispuestos a todo con tal de ver que su suerte se alivia, por lo que pagan sin dudar”, cuenta Ianna. Magnitski no pagó. Había instrucciones precisas de los investigadores: para él, la vida debía ser un infierno.
La esperanza surgió cuando el presidente “jurista”, Dimitri Medvédev, hizo modificar la ley. Desde marzo de 2010, las personas acusadas de crímenes económicos pueden ser puestas en libertad bajo fianza. Pero la ley apenas se aplica. La prueba: el miércoles 9 de junio, el tribunal de Moscú rehusó poner en libertad bajo fianza a Evguéni Martynenko, hombre de negocios acusado de estafa. En prisión preventiva desde hace diez meses, ha perdido 17 kilos.
Para Zoia Svetova, “hay una voluntad evidente para no aplicar la ley Medvédev. Lo que demuestra que no juega ningún papel. Los investigadores no quieren que las personas detenidas puedan ser puestas en libertad bajo fianza. Si estas personas están en casa, es imposible presionarlas. En prisión es más simple, ya que todo el sistema funciona así”. [1] [2] [3]
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