Los incendios forestales en Rusia han destruido cerca de 668.000 ha. desde el principio del verano. Las reacciones de cólera ante la lentitud de las intervenciones de los bomberos y a su, a veces, relativa ineficacia, pueden hacer pensar que las consecuencias políticas de esta catástrofe ambiental podrían ser muy negativas para el poder, lo que sería probable en el caso de una sociedad realmente democrática, pero ¿lo será en Rusia?
Responsabilidades políticas a todos los niveles
A nivel central: la responsabilidad de Vladimir Putin. La caída de la URSS en 1991 significó el desmantelamiento de la maquinaria administrativa y política y un cambio en los modos de gobierno de los territorios. Boris Yeltsin permitió a los diferentes responsables de los sujetos de la Federación tomar tanta soberanía como quisiesen. Se sabe que desde la llegada al poder en 2000 de Vladimir Putin, éste se ha consagrado a la de recentralización del poder.
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Ahora bien, paradójicamente, en 2006 descentralizó la gestión de los bosques (809 millones de hectáreas), haciendo votar en la Duma la reforma del código forestal puesto en marcha en 2007, lo que transfirió la responsabilidad de la protección de los postes a las autoridades regionales. Esta reforma ha privado, prácticamente, a los bosques de protección, suprimiendo los puestos de guardabosques (70.000 puestos) que cumplían una misión de vigilancia y de protección de los árboles y de alerta en caso de incendio, acarreando una rápida degradación, vertederos públicos en los bosques se han hecho cada vez más frecuentes.
Aparentemente, esta reforma se ha hecho para el mayor beneficio del grupo Ilim, que domina el sector de la pasta de papel en Rusia y en China, que según A. Iaroshenko "esta ley es buena para las grandes empresas que disfrutan de relaciones con las autoridades, pues les permite talar rápidamente los árboles, hacer dinero y retirarse enseguida".
El grupo Ilim (primer productor de pasta de papel y de papel en Rusia) fue uno de los actores más influyentes en la adopción del nuevo código. Según L’Express, el presidente Dimitri Medvédevev trabajó como jefe del departamento jurídico del grupo, actividad que no se ha mencionado en su biografía oficial. En octubre del 2007 es decir el mismo año en el que se puso en práctica la reforma del código forestal Ilim holding se asoció con International Paper -primer grupo mundial de pasta de papel y de papel- para crear Ilim Group, una empresa coparticipada al 50% por cada una de las partes. Se trata del partenazgo más importante del sector forestal ruso entre una empresa extranjera y una empresa nacional. Ilim Group tiene 20.000 asalariados, posee tres papeleras y produce cada año más de 2,3 millones de toneladas métricas de pasta de papel, de cartón y de papel.
A nivel local: las poblaciones víctimas de los incendios denuncian la incompetencia de los responsables locales y su corrupción e, indirectamente, ponen en tela de juicio los nombramientos de Putin. En un Estado tan poco democrático como Rusia, el primer ministro podría no alarmarse demasiado con ello.
Pero los incendios tocan las campanas prósperas de la región de Voronezh. En esta región, la clase media se distingue por su modo de vida y sus valores más tradicionales; profundamente patriota, apoya a Vladimir Putin desde su primera elección. Así, la apuesta es importante para el primer ministro, que se ha apresurado a anunciar que todas las ciudades serán reconstruidas antes del invierno. La verdad es que no siempre se trata de ciudad es el sentido clásico del término, sino de urbanizaciones. En la época soviética, las empresas proporcionaban a algunos de sus colaboradores pequeños terrenos cuya superficie nunca sobrepasaba los 600 m², y donde crecían pequeñas residencias secundarias. Lugar de veraneo para los más acomodados, huerto que permitía sobrevivir a las hambrunas de los años 1990 para otros, esta suerte de "dachas" de la bella época forman parte integrante del paisaje post soviético. Estas empresas desaparecieron la mayor parte, cada urbanización posee un estatus de asociación y gestiona por sí mismo la protección anti incendio.
No obstante, el carácter precario de las construcciones y la ausencia de toda medida de seguridad, hacen de este tipo de hábitat especialmente vulnerable. Las autoridades se muestran preocupadas por la suerte de los propietarios de las parcelas, que constituyen el grueso del electorado.
La televisión rusa mostró, la tarde del dos de agosto, una entrevista del primer ministro Vladimir Putin con los siniestrados del oblast de Nizhni-Novgorod. Al principio, las autoridades anunciaron la inversión de 50.000 rublos en cada hogar siniestrado. Durante cinco largos minutos, la masa manifestó su descontento frente al primer ministro, cosa rarísisima en nuestros días en la televisión rusa. Hasta el momento en el que Putin anunció que la suma en cuestión sería doblada y no por hogar, sino por persona. Enseguida le siguió una retahíla de promesas: todas las casas destruidas serán restauradas con todas las comodidades, incluso si no las tenían antes del incendio. Se acondicionara, se construirán carreteras. Y todo antes del invierno de 2011. Los comentaristas, atónitos, se pierden actualmente en conjeturas no sólo en cuanto a la debilidad de estos anuncios, sino en cuanto a la corrupción en las regiones, que hará el proyecto prácticamente irrealizable. Y a esto, incluso consciente del nivel de corrupción de los responsables locales, Vladimir Putin habría dicho a Dimitri Medvédev, que era necesario poner un controlador detrás de cada gobernador para asegurar que no se desvíen los fondos del poder central para la reconstrucción de las ciudades: 5 mil millones de rublos anunciados (100 millones €). La intervención del Estado es tanto más esperada porque, a diferencia de los países occidentales afectados por graves incendios (Grecia, Australia, California), las viviendas destruidas no están aseguradas.
La catástrofe cristaliza todos los tropismos del "sistema Putin«: promesas populistas, solidaridad frente un enemigo imaginario, cultos del Estado todopoderoso y vulnerable a la vez. El Patriarca reza por la lluvia, el joven presidente modernizador convoca consejos y reprende a almirantes (el Jefe de la Flota rusa fue sermoneado públicamente por Medvédev por haber dejado quemarse 13 hangares de una base fluvial sobre el río Moscú), y el»líder nacional" cruza las regiones y tranquiliza a las bases. Salido de la rúbrica de hechos diversos de los medias, que no dudan en comparar el yugo tártaro y la invasión nazi, el fuego se convierte en el nuevo dragón a punto de ser dominado por el San Jorge bicéfalo del poder ruso. [strong]
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