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Maquillaje neoliberal de la economía georgiana - Ventana a Rusia  
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Maquillaje neoliberal de la economía georgiana

Mientras este lunes 1º de octubre, tras una tensa campaña, han tenido lugar las elecciones legislativas en Georgia, vuelta a las reformas económicas realizadas por el presidente Saakashvili tras la revolución de las rosas en 2003. Unas reformas muy influenciadas por los Estados Unidos…

El millonario, entre Rusia, Europa y EE UU

Bidzina Ivaníshivili (Бидзина Иванишвили). Imagen: Voice of America.

Bidzina Ivaníshvili (Бидзина Иванишвили), el hombre más rico de Georgia, con una fortuna, según Forbes.ru, de 6.400 millones de dólares y desconocido de sus compatriotas hasta hace un año, ha sido el ganador de las elecciones parlamentarias georgianas celebradas el pasado lunes 1 de octubre, con casi el 55% de los votos lo que le da derecho a 83 escaños. Se presentaba como líder del bloque El sueño georgiano (Грузинская мечта) que fundó el abril de 2012 junto con otras celebridades del país. El partido Movimiento Nacional Unido (Единое национальное движение) del presidente Mijaíl Saakashvili (Михаил Саакашвили), con el 40,43% de los votos, estará representado por 67 parlamentarios.

Y ya el cruce de caminos (EE UU, Europa y Rusia), del que hablaba en su artículo Philippe Rudaz, se ha apresurado a «arrimar el ascua a su sardina» como decimos en castellano. Así, tiempo ha faltado en Rusia para decir que «la victoria de la oposición en Georgia puede mejorar las relaciones con Rusia» [9]. O la reacción el mismo día de la Casa Blanca para que todo siga igual:»El presidente Mijaíl Saakashvili, Bidzina Ivaníshvili, la dirección de la coalición El sueño georgiano y el nuevo parlamento de Georgia deben trabajar juntos con un espíritu de unidad nacional y continuando con el proceso de democratización y desarrollo económico, en bien del pueblo georgiano y toda la región«. [10]. ¿Y qué decir de la meliflua declaración de la UE?:»Felicitamos a los dos bandos por el carácter constructivo de sus declaraciones públicas y por cómo se han comportado tras el cierre de los colegios electorales«. [11].

En la escena internacional, las tensas relaciones entre las grandes potencias arrastran a ciertos países a peligrosos ejercicios de equilibrio. Georgia está obligada, desde hace algunos años, a un malabarismo diplomático que complica su política exterior y deja, igualmente, secuelas en su política económica. La relación entre posición geopolítica y política económica es, en este país, mucho más visible que en otros lugares.

El atentado contra la embajada israelí en Tbilisi, en febrero de 2012, recordó que el país está en un cruce de caminos. En el de los americanos y europeos, que buscan asegurar su aprovisionamiento energético y tienen allí un puesto de observación privilegiada, entre otros para Irán. En el de los rusos, que esperan mantener su influencia apoyando los irredentismos de osetios y abjazos (lo que, por otra parte, le permite enviar cientos de miles de turistas a Abjazia) y, de vez en cuando, ejerciendo presión (embargo vinícola de 2006, por ejemplo) para recordarle a su irascible vecino su nivel real de dependencia.

Las relaciones ruso-georgianas son turbulentas, pero el acceso de Rusia a la OMC en 2012 va, finalmente, a forzar a los dos países, a abrirse a ciertas formas de cooperación.

En 2004, justo después de la revolución de las rosas, el presidente Saakashvili puso en marcha una serie de reformas que fueron consideradas como un giro neoliberal, símbolo de una política muy pro americana. Esta completa sumisión de Tbilisi a Washington se deja notar a varios niveles.

A primera vista, se habría podido pensar que las reformas económicas merecerían una pequeña reverencia. Pero estas reformas no revelan ser más que un disfraz liberal. El Gobierno se ha esmerado mucho y ha renovado su fachada para atraer a los inversores extranjeros, quienes no saben que la mitad al menos de la población activa de este país son trabajadores autónomos. Las mismas autoridades encargadas de poner en marcha las políticas económicas confiesan no tener en cuenta esta parte informal del empleo.

La revolución de las rosas estuvo, por otra parte, acompañada de radicales reformas institucionales, comenzando por la lucha contra la corrupción, hoy mucho menos importante que en cualquier otra exrepública soviética. Saakashvili ha respetado tan bien el modo de empleo de la economía de mercado que, según el Banco Mundial, es más fácil hacer negocios en Georgia que en Francia, Suiza o Luxemburgo [1]: se basa en una panoplia de indicadores que miden la protección de los derechos de los inversores, las relaciones con la administración y la calidad de las infraestructuras. Numerosos procedimientos administrativos así como el sistema fiscal han sido espectacularmente simplificados y puestos a disposición a través de Internet. La administración georgiana está en la era del e-gobierno y de la e-gobernanza.

Las relaciones ruso-georgianas son turbulentas, pero el acceso de Rusia a la OMC va a forzar a los dos países a ciertas formas de cooperación.

Estos esfuerzos han dado sus frutos puesto que, en menos de seis años, Georgia ha pasado de la 112ª posición al 16º lugar del Ease of Doing Business Indicators (EDBI), y del status de Estado insolvente (failed state) al de un Estado de vanguardia. La primera emisión de deuda pública en 2008 señaló este paso, el país consiguió una tasa del 7,5% y la aprobación de la agencia de ráting Standard and Poor’s con un B+… Georgia se convirtió así en la vitrina de la avanzadilla de los mercados de capitales en la periferia. Ahora es un mercado frontera; es el nombre que dan los financieros a los mercados que todavía no son emergentes.

El país es mostrado como ejemplo pues la historia es muy bonita. Tan bonita que el Gobierno lanzó una campaña publicitaria para informar a los inversores extranjeros de las oportunidades georgianas. El eslogan: “¡Georgia, campeona de las reformas entre 2005 y 2010!”. Los carteles publicitarios anunciando resultados asombrosos fueron colocados en el aeropuerto de Tbilisi: campaña de marketing que parece haber dado sus frutos a pesar de la guerra con Rusia y de la crisis, puesto que los inversores extranjeros siguen creciendo.

Sin embargo, hay moderar este entusiasmo. La trayectoria de buenos puntos del Banco Mundial es una estrategia de desarrollo económico financiada, principalmente, por la USAID, la agencia americana de ayuda al desarrollo que ideó —con el apoyo publicitario de MC & Saatchi— la iniciativa Georgian Business Climate Reform para completar los indicadores EDBI y para promover la marca Georgia. La elección pro americana de Georgia se distribuye en la esfera económica a través de esta miríada de actores influenciados por los mismos paradigmas liberales.

El EDBI se utilizó como cebo institucional para atraer la inversión extranjera y poner en marcha un círculo meritorio, es decir, intentar lanzar al país en la senda del desarrollo económico. En resumidas cuentas, fue utilizado por los georgianos como un trampolín para saltar las etapas de este desarrollo [2]. Este país, estratégicamente importante para los EE UU y para Europa está, de hecho, bajo tratamiento: no hay más que ver la ayuda internacional y el envío de fondos de trabajadores georgianos en el extranjero.

El empleo generado por el sector privado no cubre más que el 19% de la población activa.

Para atraer a los inversores extranjeros haría falta, al menos, una campaña promocional que supere el interés nacional. Sería sorprendente que no se ejerciera ninguna presión política para que un país tan débil obtuviera notaciones tan poco meritorias. Sin embargo, esta mascarada de indicadores parece haber sido eficaz —en 2012, nunca ha sido denunciada por los informes de los organismos internacionales. La prensa económica internacional también se ha dejado seducir. The Economist, en agosto de 2010, se regocijaba porque Georgia se había convertido en la estrella del Cáucaso, citaba los indicadores en cuestión y concluía que se trataba de una transformación cultural y mental [3].

La noción, instrumentalizada, del índice de desarrollo económico está, por lo tanto, vacía de sentido. A nadie se le ha ocurrido comparar los indicadores EDBI con el índice global de competitividad (CGI) del Foro Económico Mundial (WEF), donde Georgia está relegada… al 88º puesto [4]. Tal diferencia entre dos índices que se supone representan una misma realidad es sorprendente, tanto más cuanto que el GCI se concentra también en el desarrollo de las instituciones formales y no tiene en cuenta la herencia de la historia o el marco social. El problema no es tanto el que Georgia parece abusar de un indicador de gobernanza, si no que ha sustituido su política clásica de desarrollo económico por esta táctica.

Una capa de barniz sobre el óxido

La propiedad privada no es respetada y el sistema judicial todavía funciona muy mal [5]. Georgia está todavía lejos de representar un Estado de derecho que pudiera pretender ser la base de una economía de mercado. Sin una base institucional digna de este nombre es inútil digitalizar y poner a disposición en Internet el sistema de declaración fiscal. El reconocimiento y el respeto de la propiedad privada son todavía un problema mayor en el país, la ley de quiebra es todavía muy embrionaria, el arbitraje comercial no existe legalmente y los diferentes códigos jurídicos no están armonizados y rebosan de contradicciones. Tbilisi desarrolla en todas las direcciones una política económica liberal, pero lo hace de manera cínica puesto que ninguna de las herramientas que podrían servirle están listas.

El Gobierno tiene una prisa especial por sacar adelante dos proyectos de ley que den un poder sin precedentes al Banco Central y al fisco para la recogida de información confidencial en las empresas, preferentemente antes de las elecciones parlamentarias de octubre de 2012 [6].

Para ver la distancia que separa la orientación política de la realidad económica, hay que hacer notar que el empleo generado por el sector privado no cubre más que el 19% de la población activa. La coartada neoliberal del gobierno justifica la ausencia de políticas de desarrollo económico coherentes frente a la pequeña y mediana empresa (PME). El Ministerio de Economía no piensa que sea útil desarrollar estrategias particulares para las PME y los empresarios independientes. Ahora bien, estos sectores representan la mitad de la población activa de Georgia, es decir, más de un millón de personas ignoradas por el Estado, quienes generan, sin embargo, el 18% del PIB georgiano…

En este contexto, no es sorprendente que las PME y los autónomos se sientan excluidos y olvidados de las reformas de las que se enorgullece el gobierno. Las grandes empresas están mejor posicionadas para sacar provecho de ello, y no porque sus redes sean más sólidas, ventaja que todavía cuenta mucho en este país en transición.

Las PYMES representan más de la mitad de la población activa de Georgia y generan el 18% del PIB.

El argumento del Ministerio de Economía fue asombroso: se prohiben apoyar a las PME por miedo a que este apoyo sea un freno a “la eficacia natural del mercado”. Pretende que lo más importante es mejorar el entorno institucional y forzarlo a la competencia. ¿Lección de neoliberalismo mal digerido?

El gobierno, así pues, para ganar su carrera a los indicadores, ha concebido una serie de reformas dentro de un marco general, pero superficiales y que refuerzan la posición de las grandes empresas (que emplean sólo el 11% de la población activa). Esta estrategia no responde a ninguna lógica, ni incluso a la del liberalismo económico. El principal esfuerzo de la reforma económica de la Georgia liberal no es en realidad más que una campaña de publicidad… La inversión extranjera, atraída por los indicadores de imitación, ¿hará el resto? La apuesta es arriesgada y el envite es crucial para la población georgiana: más allá de las políticas económicas, el país se juega también sus políticas sociales. La cara oculta de la economía georgiana no muestra el “sueño de una formidable dinámica emprendedora”, si no más bien una adaptación a un entorno económico despiadado. Las políticas económicas han oficializado lo informal declarándolo “no observado”. El 2004, el Gobierno redujo artificialmente el número de personas que vivían bajo el umbral de pobreza cambiando la metodología que medía el mínimo vital [7].

Por tanto, Georgia se ha comprometido en unas reformas mal concebidas, basándose para ello en unos indicadores que esconden la realidad socio-económica. Saakashvili está muy lejos de conformarse con el paradigma liberal al que apela para hacer brillar su vitrina. Gran admirador del modelo americano, cedió a la tentación de pensar la transición en términos de reformas en lugar de concebirla en términos de soberanía. Ahora bien, lo que está en juego hoy en día en la mayor parte de los países de la exURSS es menos el éxito de una serie de reformas amañadas demasiado rápido y que no pueden más que maquillar la realidad, que la restauración profunda y la solidificación de la soberanía de Estado. [8]

Philippe Rudaz, es investigador que prepara su tesis en la universidad de Friburgo (Suiza).

[1Banco Mundial, Ease of Doing Business Indicators (EDBI).

[2Ver Samuel Schueth, Assembling International Competitiveness : The Republic of Georgia, USAID, and the Doing Business Project. Economic Geography, 87, pages 51-77, 2011.

[3Georgia’s mental revolution. The Economist, August 19th 2010.

[4Global Competitiveness, en la web del Foro Económico Mundial.

[5Incluso los informes del USaid lo mencionan (Georgia : opened for business. United States Agency for International Development (USaid) 2009).

[6Nino Pastura, «Tight supervision undermines Georgian Financial market» in Weekly Georgian Journal, 9-15 ferbruary 2012 and « Easier access to tax information affects business environment » in Weekly Georgian Journal, 23-29 February 2012.

[7Alexi Gugushvili, «Understanding Poverty in Georgia», The Caucasus Analytical Digest, n°34, 2011.

[8Material original (en francés): blog.mondediplo.net. Traducción: Ventana a Rusia.

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