- Kopanki, mineros ilegales del carbón en la zona de Donetsk (Ucrania). Imagen: copypast.ru.
Muy cerca de la plaza Lenin de Donetsk, el Donbás Palace es el hotel más lujoso del este de Ucrania. En esta vitrina del imperio de Rinat Ajmétov, la habitación cuesta 350 euros la noche, mucho más que el salario medio mensual. El hombre más rico del país fue un cercano de Víctor Yanukóvich, el presidente venido a menos y que hoy apoya prudentemente el poder salido de la insurrección de Kiev. Además de este hotel y de múltiples inmuebles, el millonario posee el club de fútbol de la ciudad, el Shajtior Donetsk y, sobre todo, minas, acerías y fábricas. Entre los clanes de la oligarquía nacional, las más grandes fortunas han nacido en esta cuenca industrial y minera del Don. Estas tierras, que corresponden a los óblasts (regiones) de Donetsk y de Lugansk, formaban ya uno de los corazones industriales y mineros de la Unión Soviética.
Donbás proporciona todavía la cuarta parte de las entradas de divisas de Ucrania, incluso no quedando más que 95 minas oficialmente en actividad, frente a las 230 de hace 20 años. Durante el mismo periodo, el país ha perdido siete millones de habitantes. Tras el acceso a la independencia, a finales de 1991, frente al caos económico y el cierre de las primeras minas del Estado, los hombres empezaron a escarbar el suelo para sobrevivir. "Aquí, basta con escarbar un metro para encontrar carbón", lanza un viejo minero de Thorez, la ciudad industrial vecina, que lleva todavía el nombre del antiguo dirigente comunista francés [1]. En las galerías artesanales, mal apuntaladas por troncos, los accidentes son numerosos. Empujados por la esperanza de ganar 200 ó 300 euros al mes, los mineros aceptan el riesgo de desaparecer en las entrañas de la tierra. Con la llegada de Yanukóvich al frente del Estado en 2010, la red de los kopanki, estos mineros ilegales, se ha estructurado y organizado.
"El carbón extraído por los kopanki era cedido a bajo precio a las minas públicas y luego revendido por éstas al precio del mercado«, cuenta Anatoli Akimochin, vicepresidente del sindicato independiente de los mineros de Ucrania. A estos beneficios venían a añadirse las subvenciones acordadas por el gobierno para mantener artificialmente la solvencia de las minas públicas.»Una buena parte de estas cantidades desaparecía en los bolsillos de los hombres del régimen", desliza Akimochin. Según los expertos nacionales, el 10% del carbón producido estos últimos años en el país, venía de estas explotaciones ilegales. Tras esta red se perfila la sombra de Aleksandr Yanukóvich, el hijo primogénito del anterior presidente, que había corrido el riesgo de entrar en competencia con los propietarios de las minas privatizadas, estando en primera fila Ajmétov.
"¿Una revolución? No, una simple redistribución de las cartas." El sociólogo Volodímir Ishchenko, director del Centro para las investigaciones de la sociedad de Kiev, no esconde su amargura, semanas después de la fuga de Yanukóvich y de la instauración de un nuevo régimen. "Este gobierno defiende los mismos valores que el anterior: el liberalismo económico y el enriquecimiento personal. No todas las rebeliones son revoluciones. Es poco probable que el movimiento del Maidán permita cambios profundos y pueda pretender así el título de revolución. El candidato más serio a la elección presidencial del 25 de mayo no es otro que Piotor Poroshenko, el ’rey del chocolate’, uno de los hombre más ricos del país…" Mientras que algunos manifestantes caían todavía bajo las balas en Maidán, la plaza de la Independencia, epicentro de la cólera popular del 22 de noviembre, una extraña transición se negociaba en algunas antecámaras con los poderosos hombres de negocios que han tomado el control de Ucrania.
Estos veintes últimos años, la República ha conocido un forma particular de desarrollo, calificada a menudo de pluralismo oligárquico. Muchos hombres de negocios que han construido inmensas fortunas comprando a bajo precio las minas o las fábricas privatizadas tras el fin de la URSS, se han comprometido en política. Negociantes en petróleo y gas pueden, así, hacerse ministros o tomar la dirección de importantes administraciones públicas. La antigua primera ministra, Yulia Timoshenko, figura de la revolución naranja de 2004, alzada por los occidentales al rango de mártir tras su encarcelamiento en agosto de 2011, ha hecho sus fortuna en la industria del gas.
Los oligarcas ucranianos
Rinat Ajmétov.
Piótor Poroshenko.
Dmitri Firtash.
Serguéi Taruta.
Yulia Timoshenko.
Serguéi Arbúzov.
Serguéi Kúrchenko.
Aleksandr Yanukóvich.
Ígor Kolomoiski.
Las carreras se construyen entre los negocios y el servicio al Estado. Otros poderosos empresarios se contentan con una posición más discreta, financiando campañas de políticos encargados de representar sus intereses y que se convierten, así, en sus agradecidos. Este sistema, que se formalizó bajo la presidencia de Leonid Kuchma (1994-2005), supone una recomposición permanente, en función de los intereses en juego de estos poderosos, de sus alianzas, de sus rupturas.
A dos pasos del Donbás Palace, en lo alto del inmueble señorial que accede a las sedes de Metinvest y de DTEK, dos de las sociedades de Ajmétov, figuraba el rótulo luminoso de Mako, el hólding registrado en Suiza por Yanukóvich hijo para exportar el carbón ucraniano. Días después de la caída del padre, ha sido discretamente desmontado, señal de que la alianza que unía al alcalde de Donbás y a los hombres del presidente no había durado mucho.
Los policías no saben a quien obedecer
Desde 2010, el presidente Yanukóvich, considerado desde los década de 1990 como el representante político de los intereses del clan de Donetsk, decidió adquirir una cierta autonomía de su poderoso protector. Colocó a sus hombres de confianza —los miembros de su familia, como los ucranianos los llamaron rápidamente— en puestos claves del Estado. Entre ellos, Serguéi Arbúzov, considerado como su banquero personal, se hizo con la dirección del banco central a finales de 2010. Fue, de forma breve, designado primer ministro en lo mas grave de la crisis, el 28 de enero último, tras la salida de Nikolái Azárov. Igualmente, el presidente se apoyaba en Vitali Zajarchenko, un cercano amigo de su hijo Aleksandr, al que nombró en la dirección de la administración fiscal en diciembre de 2010, antes de lanzarle a Ministro de Asuntos Exteriores en noviembre de 2011. En fin, optó, desde su llegada al poder, por favorecer los negocios de otro hombre de influencia, Dimitri Firtash, que, al poco tiempo, obtuvo el monopolio de la importación de gas ruso, antes de diversificarse el sector químico y bancario. Zajarchenko huyó a Rusia, mientra que Firtash fue arrestado en Viena el 13 de marzo.
La familia también favoreció la aparición del grupo llamado de los jóvenes oligarcas, del que Serguéi Kúrchenko es la estrella rutilante. Este jovencísimo (nacido en 1985 en Járkov), calificado por la prensa de revelación del mundo de los negocios en 2012, es el propietario de la compañía Gas Ucrania, que controloba el 18% del mercado del gas licuado, obteniendo una cifra de negocios global de 10 mil millones de dólares. En 2012, Kúrchenko se compró la refinería de Odesa así como el club de fútbol de su ciudad natal, el Matelist Járkov. Esta fulgurante ascensión se fundamenta, ante todo, en las estrechas relaciones que mantenía con el hijo del exprocurador general, Víctor Pshonka, otro ilustre miembro de la familia. Al adquirir la refinería de Odesa, el joven propietario de Gas Ucrania entró en rivalidad abierta con Ígor Kolomoiski, considerado como la tercera fortuna del país, muy presente en el mercado del petróleo. "La competencia era falsa", explica la periodista Anna Babinets, "pues Kúrchenko tenía el apoyo del régimen."
Tras la caída de la familia, Kúrchenko así como los Pshonka, padre e hijo, huyeron a Rusia. El 02 de marzo de 2014, su rival, Kolomoiski, fue nombrado por las nuevas autoridades gobernador del óblast de Dnepropetrovsk. El mismo día, Serguéi Taruta, actor central de la siderurgía, propietario de la Unión Industrial del Donbás (IDS), fue nombrado gobernador del óblast de Donetsk. Fue uno de los financieros de la revolución naranja, pero se guardó mucho de mostrar sus compromisos políticos. "Taruta y Ajmétov no han sido nunca amigos. Pero, tras muchos conflictos, han sabido hacer un tipo de acuerdo para controlar nuestra región", explica el politólogo Valentín Kokorski, profesor de la universidad de Donetsk. "Es inconcebible que Ajmétov no haya dado su aval al nombramiento de su rival." Entre los dos hombres, sin embargo, durante mucho tiempo la batalla fue feroz, Ajmétov elevó sus precios para acorralar a Taruta a ceder el control de su sociedad.
Una de las pocas ventajas del sistema oligárquico habría sido la de preservar el país de la influencia de los capitales rusos [2]. "Sin embargo«, precisa Kokorski,»sería ilusorio imaginar que la economía ucraniana, especialmente en Donbás, pueda pasar de Rusia. Todas nuestras industrias de transformación se han dirigido a ese mercado y, muy a menudo, no tienen los estándares de la Unión Europea. Nuestro oligarcas saben muy bien que Ucrania no puede encontrar su salvación interpretando enteramente su función de puente entre la Unión Europea y Rusia." Por ejemplo, la fortuna de Ajmétov está arraigada en la tierra del Donbás, pero se extiende a Rusia y a varios países de la Unión (Bulgaria, Italia, Reino Unido). La oligarquía posee allí fábricas y una retahíla de sociedades pantalla y de participaciones cruzadas.
Por su parte, Taruta, salió de la minoría griega de las orillas del mar de Azov. Su ciudad natal, el gran puerto de Mariupol, es un bastión del grupo Ajmétov. Éste posee los complejos metalúrgicos Azovstal e Ílich, así como la fábrica de vagones y de locomotoras Azovmash, que exporta la casi totalidad de su producción a Rusia. Días después de su nombramiento, Taruta, se fue a Mariupol para encontrarse con los representantes de los medios económicos. "La reunión ha sido fructífera. Nadie tuvo interés en la desintegración de Ucrania", asegura Nikolái Totarski, director del influyente diario local Priazovsky rabochy, que participó en el encuentro. El periódico pertenece al hólding SKM de Ajmétov. Totarski es igualmente diputado en el parlamento del óblast de Donetsk donde, bajo la etiqueta de independiente, representa directamente los intereses de los oligarcas. A riesgo de disgustar a su electorado, muy sensible a las sirenas rusas, Priazovsky rabochy hace militancia por la "integridad territorial" de Ucrania, manifestando así el alineamiento de Ajmétov con las nuevas autoridades de Kiev.
El gobierno cuenta con los oligarcas para paliar la debilidad y la casi desaparición de aparato de Estado. Sobre todo, intenta implicarlos en la defensa contra la "amenaza rusa«, entendiendo que un conflicto duradero sería desastroso para sus intereses. Ajmétov y Taruta parecen muy conscientes del peligro y han multiplicado las llamadas a la calma. Tras los violentas escaramuzas del 13 de marzo, que costaron la vida de un manifestante en el cento de Donetsk, Ajmétov se abrió paso con un comunicado para decir que»Donbás es una región responsable«, donde vive»un pueblo valiente y trabajador" y que no sabría ceder a los demonios de la violencia.
A todo lo largo del mes de marzo, una extraña batalla enfrentó a manifestantes prorrusos y a fuerzas del orden por el control de los edificios públicos en el Este. Ocupados por los contestatarios, fueron recuperados por la policía días más tarde. Cuando la sede de la administración regional de Lugansk fue invadida, el 9 de marzo, 300 policías equipados con escudos antidisturbios, en lugar de defender el edificio, salieron de él bajo los vivas de una multitud de 2.000 personas, mayoritariamente mujeres y jubilados. Muchos policías mostraban una sonrisa de connivencia con los que venían a desalojarlos. Este escenario se ha vuelto a dar repetidas veces en Donetsk. "Los policías no saben a quien obedecer. Sus jefes servían a las autoridades anteriores", explica Denis Kazanski, célebre blogger de Donetsk.
Las cadenas de mando están indecisas en todos los escalafones de las fuerzas de seguridad. Las administraciones centrales, donde han sido nombrados los nuevos cuadros, apenas si son funcionales: "En lo concerniente a la corrupción, los tribunales cuentan con los datos que nosotros, los periodistas, podemos transmitirles, pues los archivos han desaparecido", explica Babinets. Mientras que el ejército ucraniano no tendría, según el Aleksandr Turchínov, presidente interino de la República, más que "6.000 hombres preparados para combatir", el Parlamento votó, el 13 de marzo, la creación de una guardia nacional. Esta tropa, que podría integrar los nacionalistas más radicales, como los del grupo de extrema derecha Pravy Séktor [3], tiene pocas posibilidades de responder a los desafíos de seguridad, pero se arriesga a aumentar la desconfianza de las poblaciones del Este. El 14 de marzo, un altercado mortal enfrentó, en la ciudad de Járkov, a militantes de Pravy Séktor y a prorrusos.
"Paz en las chozas, guerra en los palacios", un eslogan olvidado
En realidad, mientras que el Estado parece a un paso de disgregarse, la historia de la revolución ucraniana es quizá ya la de una ocasión perdida. Responsable del Partido de la Regiones por la ciudad de Lugansk, a una treintena de kilómetros de la frontera rusa, Aleksandr Tkachenko reconocía haber sido impactado, "como todo el mundo«, por las imágenes de la lujosa villa de Yanukóvich, con sus famosos baños de oro macizo.»Cuando éramos jóvenes, se nos enseñaba el viejo eslogan ’Paz en las chozas, guerra en los palacios’, suspira. "Pero la corrupción ha carcomido el conjunto del país."
Las poblaciones del Este habrían podido, seguramente, unirse a las del Oeste en un movimiento común contra la oligarquía y la corrupción. Pero la exaltación del nacionalismo ucraniano jugó un papel de rechazo para los rusófonos de la parte oriental, mientras que los partidarios del antiguo presidente Yanukóvich agitan en repuesta el espantajo de una amenaza fascista. Han bastado algunas semanas para que la manipulación de los miedos y de los sentimientos identitarios conduzca al país al borde de la guerra civil. [4]
Jean-Arnault Dérens y Laurent Geslin, Periodistas.
Comentar este artículo
Comentarios